Cómo han de ser las cortinas de una oficina

Las cortinas son un elemento que, al menos en nuestro país, forman parte de cualquier inmueble. Una presencia, que como no podía ser de otra manera, también debe analizarse a la hora de organizar una oficina. Es por ello que a continuación analizamos algunas de las claves que se han de tener en cuenta para seleccionar las adecuadas.

En primer lugar, las cortinas de la oficina pueden ser de distintos colores, formas o estampados, aunque estos rasgos son menores en comparación con uno de los rasgos que sí se han de analizar: la textura de este objeto. Ello se debe a que en función de cuál sea la tela con la que están elaboradas las cortinas de la oficina estas resultarán más o menos débiles en el uso diario y en el trabajo, pues de las mismas se desprenderá mayor o menor cantidad de luz.

El carácter opaco de las cortinas también es importante según cuál sea la actividad concreta que tenga lugar en la oficina. Así, si en esta se pasa poco tiempo o prácticamente carece de iluminación natural, las cortinas deben ser lo menos opacas posibles, ya que de lo contrario perderán su función.

Otro de los elementos que se han de cuidar es la longitud de las cortinas. Así, hay que medir correctamente la tela elegida ya que es más que probable encontrarse con la tesitura de que estas son de mayor tamaño que el hueco que van a ocupar. Algo que es muy socorrido, en este sentido, es optar por estores, que resultan más cómodos de manejar.

De igual modo, es importante tener en cuenta la estructura de la cortina, pues si bien estas puede ser totalmente caídas, algo que suele generalizarse en determinados países, hay otros lugares de la geografía donde estas optan por mostrar una ergonomía distinta, la cual aparece estructurada en varias partes.

En este sentido, hay que cuidar la colocación de las mismas e inclinarse por aquellas cortinas que requieran el menor grado de incertidumbre posible. En esta misma línea también hay que pensar en el coste final de las mismas y en el presupuesto con el que se cuenta para ponerlas en marcha. Si no, siempre se puede optar por la luz natural en todo su esplendor.